Uno de los principios fundamentales de la industria moderna
es que nunca considera a los procesos de producción como definitivos o
acabados. Su base técnico-científica es revolucionaria, generando así, el
problema de la obsolescencia tecnológica en períodos cada vez más breves. Desde
esta perspectiva puede afirmarse que todas las formas de producción anteriores
a la industria moderna (artesanía y manufactura) fueron esencialmente
conservadoras, al trasmitirse los conocimientos de generación en generación sin
apenas cambios. Sin embargo, esta característica de obsolescencia e innovación
no se circunscribe a la ciencia y la tecnología, sino debe ampliarse a toda la
estructura económica de las sociedades modernas. En este contexto la innovación
es, por definición, negación, destrucción, cambio, la transformación es la
esencia permanente de la modernidad. El desarrollo de nuevas tecnologías, como ciencias aplicadas, en un
receptivo clima social, es el momento y el sitio para una revolución industrial
de innovaciones en cadena.
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