La revolución industrial tuvo hondas repercusiones en la
sociedad. La burguesía desplazó definitivamente a la nobleza como clase rectora
en los países occidentales. Los Lores ingleses, sin abandonar su carácter y
conservando algunos de sus privilegios, se mezclaron con los burgueses y
compartieron con éstos las ventajas del auge económico. En Francia y los Países
Bajos la nobleza desapareció como grupo privilegiado. En Alemania, los nobles
tuvieron que conformarse con hacer carrera en el ejército y en la diplomacia.
Solamente en Rusia, escasamente industrializada, mantuvieron sus privilegios
hasta el s. XX. En cambio, la burguesía —integrada por los empresarios
industriales y los banqueros (alta burguesía), por profesionales como médicos,
ingenieros o abogados, y por los comerciantes y pequeños empresarios (mediana y
pequeña burguesía) — impuso su concepción de la vida, sus costumbres y valores.
Estos giraron en torno a la riqueza y exaltaron las virtudes del ahorro
metódico, de la constancia en el trabajo y del respeto del orden establecido.
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